sábado, 3 de marzo de 2018

El Club de la Luna Menguante


Luna de Avellaneda ilustró maravillosamente la difícil realidad que enfrentan los clubes de barrio en este tiempo.
Ciertamente, los clubes fueron pilares sociales fundamentales hace pocas décadas.
Por definición, son asociaciones de personas con intereses comunes; de hecho, es la instancia de urbanización y socialización subsiguiente a la familia y el colegio.
En la actualidad, agonizan.
Hay un elemento estructural que las amenaza, que es la falta de compromiso permanente y de arraigo de la gente del siglo XXI.
En aquellos que desempeñan funciones sociales muy importantes para el tejido social, tal el caso de los clubes de barrio, el proceso de pérdida de socios se traduce en recursos en disminución y, consecuentemente, en una pérdida de su funcionalidad que la sociedad y el Estado deben atender.
Para colmo de males queda muchas veces por resolver la cuestión patrimonial, cuyo valor es alto y su costo de mantenimiento también, por lo que es habitual ver a la avidez revolotear en derredor del moribundo.
Las sociedades culturales o comunitarias experimentan un proceso de adaptación a la sociedad y, consecuentemente, un abandono por parte de los hijos y nietos de los inmigrantes.
Las finanzas de aquellos que nuclean a deportistas de disciplinas en retirada flaquean y las de aquellos que como el fútbol están en expansión, son saqueadas por desaprensivos dirigentes.
Los clubes sufren una crisis cultural que, salvo que el hombre considere que no necesitará más instancias de socialización, debe reconfigurarse para adaptarse a los tiempos que corren.
En el informe que se puede leer haciendo click aquí se puede profundizar en el tema. Ahí se pueden leer numerosos casos reflejados recientemente en la prensa nacional.+

No hay comentarios:

Publicar un comentario